En la historia no ha habido mayor revolución que la digital. Aun así, nos cuesta entenderla. La razón es que vivimos dentro de ella y su velocidad es tal que nos resulta difícil verla con perspectiva. Supone un cambio de paradigma, y es el origen de la complejidad y la incertidumbre que nos obligan a transformar no sólo las organizaciones, sino a nosotros mismos. Pero esa revolución no viene sola: debemos hacer frente, además, a otras megatendencias como la globalización, la expansión del conocimiento y la emergencia climática.