
Auténtico enfant terrible de la filosofía, el pensamiento de Nietzsche representó algo más que una bocanada de aire fresco en la historia de la disciplina: fue una ruptura radical con toda la tradición filosófica de entonces. A las engañosas pretenciones de la razón y a la moral del esclavo propia del cristianismo, opuso al superhombre, una figura que subvierte los valores convencionales y que acepta jovialmente la fatalidad de un destino regido por la voluntad del poder.