«Una mezcla de cosas muy concretas como la experiencia de la muerte, cosas menos concretas como la experiencia de la divinidad y cosas mucho menos concretas como la experiencia de la chilenidad, que es algo que nunca conoceremos o que nunca terminaremos de conocer». Así describe Raúl Ruiz esta original adaptación o “adopción” de Hamlet, estrenada algunos meses antes de su muerte, que recupera la versión arcaica de la leyenda danesa de Amleto, un príncipe más bruto que melancólico, mezclándola con imágenes visuales y sonoras de su propia infancia en Chiloé y finísimas observaciones del habla popular, el humor y las maneras de ser chileno.