
En el otoño de 1974, el director de cine Werner Herzog recibe una llamada con la noticia de que su amiga y mentora, Lotte Eisner, estaba muriendo. La respuesta inmediata, cargada de fuerza simbólica, fue negar la posibilidad mediante un desafío: con un par de botas, una brújula y una chaqueta contra el frío y la lluvia, se lanza a caminar desde Munich hasta París (más de 900 kilómetros), confiando en que a través del martirio y la acción podría rescatar a Lotte de la muerte. Este pequeño diario, mezcla de registro físico y viaje mitológico, de travesía y tormentos interiores, puede leerse como una peregrinación que lo enfrenta consigo mismo, que lanza señales en forma de presagios y alucinaciones, y donde Herzog también posee el arrojo del héroe que desafía el destino.