El Valle de Elqui, en casi todo su curso, irradia luminosidad y una fuerza telúrica que atrapa a los visitantes. Salvo las brumas de la costa, que apenas avanzan algunos kilómetros hacia el interior, el resto recibe los rayos de un sol generoso que parece anidarse benévolamente en todos los rincones de los valles estrechos formados por los ríos Claro, Turbio y Elqui. Poblado desde años inmemoriales por pueblos que disfrutaron de su riqueza natural, e invadido más tarde por un puñado de españoles que cambiaron el rumbo de su historia, estos valles han sido testigos de una historia que se conserva en restos materiales, viejos papeles de archivos y una memoria grabada indeleblemente en quienes hoy son depositarios de su pasado.